15 de junio de 2025

Hombres que… se enamoran de la Vida




Presumir de los coqueteos con la muerte es uno de los pilares de la masculinidad patriarcal. A muchos hombres les encanta sentirse admirados por los demás cuando llaman la atención de la Parca. La seducen, se exhiben, y luego se escapan cuando ella se acerca a abrazarlos. Los aplausos de los demás les permiten, por unos segundos, sentirse superiores al resto de los humanos. Por un ratito se sienten inmortales, y disfrutan jugando a ser dioses. 


Les excita mucho mirar a la muerte a los ojos, guiñarle un ojo, retarla de frente, y salir victorioso. El miedo les dispara la adrenalina, pero el verdadero placer lo sienten cuando los demás les otorgan un reconocimiento por su valentía y su virilidad. 


Corren delante de un toro cabreado, se tiran desde el balcón a la piscina del hotel, se hacen un selfie al borde del abismo, beben y se drogan para hacer carreras ilegales en las autopistas, desafían a los líderes más sanguinarios, se juegan la vida con retos absurdos, y todo lo hacen para demostrar que son muy machos.


El desprecio por la vida, la suya y la de los demás, es una de las características más importantes de la masculinidad patriarcal. La muerte es como una novia a la que van a visitar de vez en cuando para que los demás machos validen su masculinidad. 


A veces no logran escapar y caen en sus garras. Es el precio que hay que pagar para subir peldaños en la jerarquía del patriarcado: cuanto más duros, insensibles, imprudentes e insensatos sean, más machos parecen, y más admiración y envidia despiertan en el resto. 


Los machos patriarcales están tiranizados por su propio ego, que se nutre de los aplausos y el reconocimiento de los demás. El ego les impulsa a ponerse en peligro y a arriesgar la vida, el patriarcado a demostrar constantemente su hombría y virilidad. 


El Patriarcado les somete a todos para que aprendan a sacrificar su salud y sus vidas. Les empuja a coquetear con la Parca y a autodestruirse para ganar puntos y para dar ejemplo a los demás.


Por eso mueren tantos hombres en el mundo haciendo estupideces: muchos creen que el riesgo de caer en su abrazo mortal les compensa. 


También hay muchos hombres que quisieran poder escapar de sus garras, pero no pueden porque tienen metido el patriarcado dentro de ellos. 


Son muy pocos los que se atreven a desobedecer sus normas, y son muy pocos los Hombres que huyen de la Muerte y se enamoran de la Vida. 


Un abrazo muy grande a todos los desobedientes: rebelarse a los mandatos de género y cuidarse a uno mismo requiere de mucha inteligencia y valentía.

Coral Herrera Gómez 


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10 de junio de 2025

Curso de Verano en la Universidade de Vigo


Me hace mucha ilusión contaros que me han invitado a impartir un curso presencial en los Cursos de Verano de la Universidad de Vigo. 

Es abierto a toda la ciudadanía y tendrá lugar en el campus de Ourense, del 16 de Septiembre al 10 de octubre, los martes y miércoles de 11 a 14 horas.

La coordinadora del curso es la Doctora María Lameiras, 

Aquí tenéis el programa y toda la información de “La construcción sociocultural del amor romántico”

7 de junio de 2025

La violencia entre mujeres es también patriarcado


Las mujeres no solo sufrimos la violencia, también la ejercemos. Pero no contra los hombres: nuestra violencia solo va dirigida contra otras mujeres y contra nosotras mismas. 

Nosotras no matamos a los hombres, pese a que cada diez minutos una de nosotras es asesinada por el marido o el ex marido. Nosotras no nos vengamos ni pagamos con la misma moneda, y cuando una mujer muere asesinada nuestra reacción no es salir a matar hombres, sino salir a las calles a pedir pacíficamente a los hombres que por favor dejen de matarnos. 

¿Por qué? Porque el feminismo es un movimiento que lucha contra la violencia. Es un movimiento pacifista.

Las mujeres feministas nos trabajamos los patriarcados que nos habitan, estamos muy comprometidas en la lucha contra el abuso y la explotación, y en erradicar tanto la violencia que sufrimos como la que ejercemos. 

Pero somos minoría. 

Las mujeres feministas somos minoría.

La mayoría de las mujeres del mundo viven en guerra contra otras mujeres y contra sí mismas. 

Nunca contra los hombres. 

¿Qué tipos de violencia ejercemos?  Explotación laboral, doméstica y reproductiva, violencia psicológica y emocional, y ciberviolencia. 

 ¿Quienes son las mujeres que más explotación y violencia sufren? Las mujeres más pobres del planeta. Ellas no solo tienen que soportar la violencia de los hombres, también la de las mujeres que están por encima de ellas en la jerarquía patriarcal. 

Por ejemplo, las mujeres empresarias que explotan a sus trabajadoras, 

Las mujeres ricas que explotan a mujeres de alquiler para comprarles sus bebés, 

mujeres que maltratan a sus empleadas domésticas, niñeras y cuidadoras, 

mujeres que maltratan a sus hijas y a sus nueras, 

jefas que ejercen violencia contra sus empleadas,

Y compañeras de trabajo. 

Mujeres en el poder

También hay muchas mujeres malvadas en el poder político y económico que hacen daño a miles o millones de personas, y aprovechan su puesto para atentar contra el patrimonio colectivo y los derechos humanos fundamentales de la población. 

Son esas mujeres que lo primero que hacen al llegar al poder es destruir la Sanidad pública y la Educación. Gastan nuestro dinero en enriquecer a la elite mundial (señores de la industria militar, farmacéutica, etc) y recortan en derechos sabiendo que a quien más afecta esta violencia contra la población es a las mujeres y las niñas. 

Son poquísimas las que han llegado al poder pensando en el Bien Común, y en mejorar la sociedad en la que viven: podemos contarlas una a una, porque la gran mayoría buscan el beneficio propio y se dedican a imitar a los hombres: reparten dinero y puestos de poder entre sus amigos y amigas, y gobiernan para las élites de su país y las mundiales. 

La mayorías de las mujeres poderosas han interiorizado la misoginia y carecen de la más mínima pizca de agradecimiento por las que lucharon para que ellas pudieran estudiar y trabajar. Tampoco sienten ni una pizca de solidaridad con las de su mismo sexo. Muchas padecen el síndrome de la abeja reina, que consiste en creer que una no es como las demás mujeres, y que si ellas están en el poder "es porque ellas lo valen", es decir, porque son “especiales”. Batallan por el poder igual que los hombres y lo ejercen para su propio beneficio, no en pro del Bien Común. 

Algunas son de derechas y otras son progres, pero todas son aliadas del patriarcado porque se benefician de su posición y porque no han llegado al poder para cambiar nada.

Sin embargo, estas mujeres patriarcales con poder son una minoría. 

La gran mayoría de las mujeres ejercemos violencia solo en el entorno más cercano. Vivimos en guerra contra las madres, las hijas, las suegras, las hermanas, las compañeras de trabajo y contra nosotras mismas. 

Algunas mujeres maltratan a sus compañeros, pero generalmente a quien peor tratamos es a nosotras mismas, y a otras mujeres.

El patriarcado nos necesita aisladas, divididas, enfrentadas y entretenidas en guerras. Nos enseñan desde pequeñas a compararnos y a rivalizar entre nosotras. Nos enseñan a competir, a construir enemigas y a volcar toda nuestra violencia contra nosotras mismas y entre nosotras. 

Una de las relaciones más violentas entre mujeres son las relaciones suegra-nuera. Cuando dos mujeres batallan por ejercer su dominio en el corazón de un hombre, puede empezar una guerra que a veces dura toda la vida. Son guerras muy dolorosas para ambas, pero también para el resto de la familia, que se ve obligada a posicionarse en un bando o en otro. Al hombre en cuestión le ponen entre la espada y la pared para que elija a una de ellas y se aleje de la otra. Algunos sufren, pero la gran mayoría se beneficia de esta competición entre mujeres. 

¿Por qué esta guerra entre mujeres? Hay hombres que no adquieren jamás autonomía y no se convierten nunca en adultos: pasen de la tutela de la madre a la de la esposa sin experimentar nunca la responsabilidad sobre su propia vida, y sin tener que cuidarse a sí mismos. Esto es porque siempre tienen una mujer que se encarga de cuidarlos. Son hombres que solo salen de casa para casarse.

Algunos de ellos no han roto el cordón umbilical, y algunas de ellas creen que sus hijos son de su propiedad, y que son el príncipe azul con el que soñaron de pequeñas. No tienen muy claro si son madres o esposas, por eso odian a cualquier mujer que se le acerque porque sienten su poder amenazado. 

También hay nueras que tienen un problema muy grande: creen que ellas tienen que sustituir a la mujer que ha reinado sobre la vida de su marido, destronarla y convertirse en una madre-esposa. La característica que comparten todas ellas es que intentan aislar a sus maridos de sus redes afectivas, tanto familiares como sociales. 

Para comprender esta relación es fundamental entender que esto es una estructura. No es algo que le pasa solo a mujeres inseguras y con autoestima baja: sucede en todos los rincones del planeta, porque es una estructura de poder. 

Cualquier mujer puede sufrir malos tratos de su suegra, y convertirse a su vez en una suegra maltratadora. 

Aunque muchas mujeres con conciencia feminista lo que hacen es ser las suegras que habrían querido tener. Cuando las relaciones entre mujeres son buenas, el patriarcado se desmorona. 

Otras relaciones jerárquicas entre mujeres son la de jefa y empleada, doctora y paciente, policía y ciudadana… la gran mayoría de las mujeres se relacionan desde estas estructuras patriarcales en las que siempre (o casi siempre) las que más rango tienen y las más ricas son las que juegan con ventaja. 

Mujeres que odian a mujeres feministas

Las mujeres aprendemos a odiar a las demás mujeres y a nosotras mismas desde que somos pequeñas. Por eso muchas mujeres odian el feminismo, atacan a las mujeres feministas, y aplauden a los hombres misóginos. 

Les es mucho más fácil empatizar con hombres que se victimizan, que con las victimas de esos hombres. Nos han educado para defender y proteger a los hombres, y para anteponer sus sentimientos, deseos y necesidades a las nuestras. 

Las mujeres estamos siempre más dispuestas a escuchar a los hombres como expertos. Les escuchamos con más respeto y más atención. Su palabra tiene mayor credibilidad. Por eso hay mujeres que creen que las culpables de que exista el patriarcado somos nosotras mismas: nos han convencido de que nosotras somos mucho más machistas y violentas que los hombres, que transmitimos el machismo a nuestras hijas e hijos, y que por lo tanto es un problema que tenemos que resolver nosotras. 

Además de las relaciones interpersonales, las mujeres formamos grupos de afinidad y luchamos entre nosotras por diferencias ideológicas, por los recursos y por el poder. Y en estas luchas, salimos perdiendo todas. Los hombres se aprovechan de la guerra entre mujeres: divididas y aisladas somos más vulnerables.

Esto es lo que ha ocurrido dentro del feminismo: los hombres han entrado a saco en el movimiento con la pretensión de redefinirlo y resignificarlo. A estos hombres les ofende profundamente que usemos la palabra “mujer” y nos denominan “seres menstruantes” o “personas gestantes”

Afirman que las mujeres somos privilegiadas opresoras y que ellos son los oprimidos. La colonización del movimiento ha llegado a tal punto que ahora el enemigo principal de este grupo dominante son las mujeres feministas. 

Las aliadas de los colonizadores no ponen la energía en luchar contra los proxenetas, puteros, pederastas, violadores, maltratadores y femicidas: el prinicipal enemigo para ellas son las mujeres feministas. 

En redes sociales se ve claramente: muchas mujeres apoyan la violencia masculina, los discursos antifeministas, y los ataques a mujeres desobedientes. 

Los linchamientos provienen tanto de los hombres hegemónicos como de los hombres diversos, tanto de la izquierda como de la derecha: el odio y la violencia contra las mujeres feministas es cada vez intensa.

Los machos anti feministas no tendrían tanto impacto sin la colaboración de las aliadas que se unen a los linchamientos públicos para destruir a otras mujeres. Ellas señalan a las feminazis y las terfas, y ellos se encargan de amenazarlas de muerte. 

La cancelación es una de las armas más letales del patriarcado, porque sirve no solo para destruir a una mujer, sino también para silenciar a las demás. 

Cuando se castiga a una mujer que tiene relevancia pública, es una forma de amenazar a las demás: “si eres cancelada te quedarás sin trabajo, y desaparecerás como si hubieras muerto”

Es un método muy eficaz para generar miedo, para que la censura se convierta en autocensura, y también para que muchas mujeres opten por salir voluntariamente de las redes sociales. 

Los hombres solo aceptan a las mujeres sumisas y a las colaboradoras: todas las demás son consideradas "rebeldes", y la forma más fácil de aniquilarlas es acusarlas de ser odiantes. 

Imitan la estrategia de Israel, que acusa de discurso de odio antisemita a cualquiera que se atreva a criticar su proceso de colonización y a cancelar a todos los que piden el fin del Genocidio contra el pueblo palestino.

Los hombres alimentan la enemistad entre mujeres porque les conviene, y a los algoritmos también les viene muy bien. Para enganchar a la gente a los linchamientos, se crea un enemigo común, como sucedió durante la caza de brujas. Nos llaman nazis, nos llaman terfas, y se hacen camisetas con mensajes que invitan a matarnos. Cuando protestamos, nos dicen que era broma y que no tenemos sentido del humor.

Las mujeres feministas somos el enemigo número uno de los influencers de la fachosfera y de los woke más reaccionarios. 

Ya lo dijo Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos” Los varones misóginos no tendrían tanta fuerza si no contasen con las aliadas que les aplauden y se unen a los ataques contra las “enemigas” 

Las mujeres patriarcales siempre se solidarizan con los varones y tienden a protegerlos, y además no se fían de ninguna mujer: no son conscientes de su misoginia interiorizada, pero ese odio está ahí, y se mezcla con su rol de cuidadora y protectora. 

Las mujeres que colaboran con el patriarcado y participan en las cancelaciones creen que nunca les va a tocar a ellas.

En las guerras entre mujeres los únicos ganadores son los hombres, que se divierten mucho viendo cómo las mujeres se cancelan unas a otras, y comprobando cómo van abandonando las redes una a una. 

Lo que hacen es premiar a las que contribuyen a la caza de brujas. Les dan visibilidad en los medios de comunicación y puestos en el partido y en el Gobierno. Y castigan a todas las mujeres que no se ponen de rodillas.

Y sin embargo, las mujeres feministas nunca amenazamos de muerte ni llevamos camisetas haciendo apología de la violencia, y es porque las feministas somos pacifistas. Ponemos la energía en resistir a los ataques, en apoyarnos entre nosotras y en defender nuestro derecho al pensamiento crítico.



¿Cómo dejar de guerrear contra nosotras y entre nosotras?

Basta con tomar conciencia de esa misoginia interiorizada, y poner en práctica la sororidad (la solidaridad y el compañerismo entre mujeres), un término acuñado por Marcela Lagarde que a muchas de nosotras nos ha ayudado a comprender que si a los hombres les va tan bien es gracias a la hermandad que construyen entre ellos. Los hombres se apoyan aunque no se conozcan de nada, solo porque son hombres. 

La sororidad no nos convierte en amigas a todas: simplemente se trata de no colaborar con el patriarcado y en lugar de competir y guerrear, apoyarnos mutuamente frente al abuso, la opresión y la violencia machista. 

Las mujeres sabemos muy bien que solas y aisladas no podemos sobrevivir en un mundo tan cruel, y que nos necesitamos las unas a las otras para defender nuestra libertad y nuestros derechos. 

Por eso es tan importante que las nuevas generaciones nos vean haciendo autocrítica amorosa, trabajando la misoginia que llevamos dentro, y vean cómo trabajamos para liberarnos del patriarcado. 

Si nos ven a nosotras practicando el autocuidado y el apoyo mutuo, y creando comunidad entre mujeres, ellas podrán convivir en paz, apoyarse mutuamente y trabajar juntas para construir un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez


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6 de junio de 2025

Convertirte en lo que más odias



Si, también te puede pasar a ti. Una de las peores pesadillas para los humanos es convertirnos en aquello que odias, o acabar siendo igual que tu peor enemigo. A veces ocurre que lo que más odias en alguien es algo que también tienes tú dentro, pero no lo ves. El otro es un espejo de tu interior y no siempre tenemos la lucidez para darnos cuenta de que si algo nos provoca mucho rechazo es porque lo llevamos en la mochila que todos cargamos. Pienso en los niños maltratados por curas que acaban convertidos en curas maltratadores, en la hija adolescente que acaba tomando las mismas malas decisiones que su madre, en la nuera maltratada que se convierte en suegra maltratadora. Pienso en todas las cosas que heredamos de los abuelos y los padres, y en cómo hay gente que es capaz de cortar con la cadena que se transmite de generación en generación, y otra que no lo logra jamás.

Pienso también en el pueblo judío, que vivió el horror del nazismo y cuyos mandatarios están replicando el infierno que vivieron sobre el pueblo palestino con el mismo odio con el que ellos fueron exterminados. Tras la II Guerra Mundial las naciones se comprometieron a que el Holocausto no se repitiera nunca más, y todos los años se celebra la conmemoración de Auschwitz con discursos bonitos sobre la libertad y los derechos humanos. Este año se celebró una vez más, mientras los bebés, los niños y las niñas palestinas escapaban de las llamas después de un bombardeo. Heridos, mutilados, huérfanos, muertos de miedo… en este año, más de cincuenta mil niños y niñas que han nacido en guerra y van a morir o han muerto en guerra. Tampoco sus madres y padres han conocido la Paz: llevan desde 1948 sufriendo la colonización, el odio y la violencia de los gobiernos israelíes y de gran parte de la población israelí.

¿Qué es lo que ocurre para que una víctima llegue a convertirse en victimaria, y cómo evitarlo? A nivel personal no tenemos herramientas para tomar conciencia y para trabajar en nosotros mismos todo aquello que odias en los demás. Tienes que mirar dentro, a un nivel muy profundo, para conocerte bien y enfrentarte a tus luces y a tus sombras. Mucha gente nunca hace ese viaje al interior porque siente miedo y porque es más fácil autoengañarte y fantasear con un yo idealizado que siempre te gusta más que tú yo real. Nos construimos con relatos, y poca gente es capaz de ser honesta consigo misma.

Hay que ser muy valiente para reconocer todo aquello que no te gusta de ti y que quisieras cambiar.

Y hay que tener la capacidad de hacer autocrítica amorosa, identificar todo aquello que te hace sufrir y hace sufrir a los demás, y guiarte por los principios de la ética para ser mejor persona.

Pero este trabajo requiere un esfuerzo. Lo más fácil es creer que porque tú has sufrido mucho los demás también tienen que sufrir. O creer que tú siempre tienes la razón, que los demás están equivocados. O perder por completo la empatía y vivir creyendo que tienes derecho a aplastar, explotar, humillar y aniquilar a tus enemigos porque eres superior a ellos.


A nivel colectivo no tenemos herramientas tampoco. Pese a los esfuerzos que han hecho muchos colectivos judíos por la Paz, y las manifestaciones masivas en contra del Genocidio que hemos visto en Tel Aviv, la gran mayoría cree que ellos son el pueblo elegido por Dios, y que eso les da derecho a odiar y a echar del territorio a quienes no son ellos. Creen firmemente que Dios está de su lado y apoya el exterminio. Y como la Fe es irracional, son incapaces de cuestionar a sus líderes religiosos y políticos. Por eso hacen vídeos de TikTok disfrazándose de palestinos y riéndose de sus víctimas, bailando sobre los cadáveres, besando y firmando las bombas que van a matar niños, e incluso se ha puesto de moda hacer turismo para ver cómo caen las bombas.

Lloran con la película de La lista de Schlinder y con los relatos de sus abuelos y abuelas, supervivientes de los campos de concentración. Pero brindan tras cada masacre y sueñan con poder ir pronto de vacaciones al resort de Gaza, cuando esté “limpia” de enemigos.

Todos llevamos un pequeño Hitler en nuestro interior, pero lo reprimimos para poder convivir con los demás. Los límites de nuestro poder los marcan los demás, y también las leyes que regulan la conviviencia. Por eso criar a un niño egocéntrico, sin límites y sin tolerancia a la frustración puede convertirlo en un adulto monstruoso.

Cuando los pequeños Hitlers pierden los complejos, se atreven a dar la cara, y conquistan el poder, los convertimos en ídolos. Porque a todos nos gusta el poder, todos queremos dominar nuestro entorno, y lo ejercemos en casa, en la familia, en el centro de trabajo. No hay más que ver a los chavales de ultraderecha el día que se ponen el uniforme de guardia de seguridad, y se enfundan una pistola en la cadera. Se sienten súper poderosos, aunque no cobren ni el salario mínimo.

En el otro extremo están los que sí llegan a tener poder sobre la vida de millones de personas y disfrutan haciendo daño. Trump, Musk, Milei, Aznar, Ayuso… si ellos están ahí destrozando y ejerciendo violencia contra la población con total impunidad es porque el sistema democrático no tiene mecanismos de autodefensa para la población. Nos dicen que la soberanía reside en el pueblo, pero no podemos destituir a los tiranos ni a los violentos. Sólo podemos salir a la calle a protestar y esperar a que lleguen las siguientes elecciones.

Si ellos están ahí haciendo negocios en beneficio propio y atentando contra nuestros derechos fundamentales es porque muchos de sus votantes son igual que ellos. Seres dominados por el ego y carentes por completo de ética y de empatía, que es lo que nos hace humanos. Admiran a estos monstruos mutilados que hacen gala de su crueldad y se ríen en público de sus víctimas: el mundo está lleno de pequeños Hitlers, y no acabaremos con ellos mientras no nos ofrezcan en la escuela y en la cultura las herramientas que necesitamos para trabajar nuestro ansia de poder y dominación, y nuestro instinto de autodestrucción, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. 

Si pueden hacer tanto daño es porque les admiramos, les votamos y les financiamos. Hay que cambiar el sistema político para evitar que estos matones nos lleven a la extinción, y las únicas armas que tenemos para vencer a estos monstruos son la ética, la educación y la cultura. Tenemos que aprender a defendernos de ellos si queremos un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez  


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29 de mayo de 2025

El poder de las Mujeres Solteras



Una de las cosas que están cambiando a toda velocidad en nuestra sociedad es la imagen de las mujeres solteras, su status social y el espacio que ocupan en nuestra sociedad, que es cada vez más grande. 

Las solteras han sido siempre una amenaza porque son impares en un mundo hecho por y para las parejas felices que van a fundar una familia feliz. En los eventos sociales (bodas, funerales, bautizos, comuniones, día de la Madre, cena de Nochebuena, comida de Navidad, etc) y en las renuniones sociales y familiares van solas.

Y se las ve estupendamente.

Y eso constituye en primer lugar una amenaza para los hombres, que temen que sus compañeras envidien la autonomía, la libertad y la alegría de las mujeres solteras. 

Ya no son unas fracasadas que no han conseguido novio y se sienten avergonzadas, ya no son esas mujeres que buscan emparejarse desesperadamente en las fiestas: ahora son mujeres normales y corrientes que tienen muchos seres queridos a su alrededor.

No las falta novio, no las falta amor: viven rodeadas de amigas, amigos, familia, animales domésticos, y el centro de su vida está ocupado por ellas mismas, no por un hombre. 

No las falta de ná.

Eso es lo que las hace tan peligrosas: una mujer soltera es la prueba de que las mujeres podemos vivir perfectamente sin marido. Y muchos hombres están convencidos de que son un mal ejemplo a seguir para sus parejas.

Además, ellos creen que cuando una mujer no pertenece a uno de ellos, cualquiera puede intentar tener sexo con ellas porque en realidad las mujeres sin pareja son patrimonio colectivo de los hombres. Por eso no soportan que ellas digan que no. Y tampoco soportan pensar en la envidia que sienten sus esposas de la libertad, la autonomía, y la vida sexual y amorosa de las mujeres solteras.

Para las mujeres casadas y emparejadas, también las solteras son una amenaza. Algunas creen que sus maridos podrían querer acostarse con ellas, o que ellas podrían robarle a sus maridos. Las ven como rivales, sobre todo si son guapas, jóvenes y felices.  

Las mujeres estamos dando un salto gigante porque gracias al feminismo hemos tomado conciencia de que las mujeres no deberíamos colaborar con el patriarcado, y el primer paso es no rivalizar ni competir entre nosotras.

Ya no es tan fácil distinguir en en las fiestas y demás eventos sociales a las mujeres que no tienen pareja porque hay muchas mujeres emparejadas que tienen su propia agenda y salen sin sus parejas. Las mujeres hemos conquistado (negociando con el compañero) nuestros propios espacios y nuestro propio tiempo. En las agendas de las mujeres hay tiempo para la pareja, y tiempo para una misma, y para nuestras pasiones y seres queridos.

Antiguamente toda la vida social se hacía con el marido, y luego cuando nos dejaban en casa ellos se escapaban. Ahora ya no: nosotras tenemos nuestros espacios propios con amigas, pasamos fines de semana en retiros con otras mujeres, estudiamos juntas, hacemos activismo social y político, salimos a divertirnos juntas.

Si cada vez hay más mujeres solteras es porque hay pocos hombres con ganas de trabajarse por dentro para crecer y para dedicarse al desarrollo personal. Nosotras somos cada vez más selectivas y exigentes, y no nos conformamos con migajas. Buscamos compañeros que sepan estar a la altura, que no busquen una sirvienta, que den la talla, y hay muy pocos. Así que no perdemos tiempo y energía en relaciones con hombres a los que ya sabemos que no vamos a cambiar. 

Los hombres más misóginos andan cabreadísimos, en especial los incels que declaran públicamente su odio contra las mujeres porque no queremos tener sexo ni relaciones de pareja con ellos.

No se les ocurre que igual no les elegimos porque son unos machistas, porque no saben relacionarse con nosotras como si fueramos seres humanos, porque nos siguen tratando como objetos de usar y tirar. 

Y porque ya sabemos que se está mucho mejor sola que mal acompañadas.

Mientras ellos siguen rabiando, las mujeres seguimos avanzando. Nos hemos quitado el miedo a que no nos quiera nadie, porque ahora sabemos que el amor está en todas partes. Aspiramos a juntarnos con alguien capaz de renunciar a sus privilegios, de respetar nuestros derechos humanos fundamentales, de hablar de sus emociones y sentimientos, de hacer terapia, de hablar sobre la relación. Hombres que sepan cuidarse a sí mismos y sepan cuidar sus vínculos afectivos y sentimentales. 

Y si no hay (porque los hombres capaces de hacer autocrítica amorosa no abundan), nuestras vidas siguen su curso. Nuestros proyectos, nuestra carrera profesional, nuestra red de amor y de apoyo mutuo, nuestras aficiones: nosotras disfrutamos de la vida, con y sin pareja. Y si llega alguien especial en nuestras vidas, ya sabemos cuidarnos a nosotras mismas para evitar relaciones de abuso y de maltrato. 

Como hemos tomado conciencia de que las relaciones tienen que ser recíprocas y que el amor es un trabajo de cuidados, no nos conformamos con menos.

El poder de las solteras es cada vez más grande, porque estamos trabajando mucho en nuestra autonomía, y porque cada vez se separan más mujeres de sus novios, amantes y maridos. Ya no aguantamos, no toleramos, no soportamos: tenemos cada vez más claro cómo queremos vivir las relaciones, y cómo negociar para que sean relaciones igualitarias, sanas y bonitas. 

Y este poder de las solteras no va a parar de crecer, porque ya nos hemos dado cuenta de que si no tenemos pareja no estamos solas: estamos rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida. 

Y que no nos falta de ná si no tenemos un hombre a nuestro lado.

Una vez que saboreamos la libertad, ya no tenemos ganas de volver a depender de nadie nunca más.

Coral Herrera Gómez


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28 de mayo de 2025

10 Aniversario del Laboratorio del Amor

 

Este mes cumplimos 10 años de la inauguración del Laboratorio del Amor, la escuela virtual que fundé en el año 2015. Ya han pasado más de mil alumnas por la plataforma, mujeres de todas las edades y de muchos países diferentes: primero surgió como un sueño, y después se hizo realidad. 

Es el gran proyecto de mi vida: juntar a las Mujeres que ya no quieren sufrir por amor en un espacio seguro para acompañarnos en nuestros procesos de liberación. 

En la Comunidad de Mujeres mezclamos teoría y práctica, lo personal y lo político, y compartimos nuestras experiencias y nuestros conocimientos sobre el tema del amor, las emociones y las relaciones de pareja. Investigamos, construimos conocimiento colectivo, nos brindamos apoyo mutuo, nos escuchamos sin juzgarnos, y nos reunimos una vez al mes a leer juntas: Mujeres que leen.


 



¿Qué más hay en el Laboratorio del Amor? 

Además del club de lectura feminista, tenemos una Biblioteca del Amor, más de cien foros, ejercicios y herramientas, un blog comunitario, y cinco cursos online. En el Laboratorio están mis podcast y hay contenido creado en exclusiva, en formato texto y vídeo.

Para celebrar este décimo aniversario, he lanzado una super oferta: 

una entrada de un mes por 20 euros

y una suscripción por 10 euros al mes 




En mi web tienes toda la información y los botones de inscripción 

Coral Herrera Gómez

Mujeres que se liberan: herramientas para la autonomía




Libre quiero ser 

Libre y autónoma 

Libre y poderosa


Libre del ego

Libre de culpa

Libre del miedo

Libre de los hombres con miedo


Libre de la tiranía del qué dirán

Libre de la necesidad de ser deseada

Libre de la necesidad de ser amada


Libre de las luchas de poder y las peleas

Libre de la esclavitud en el hogar

 

Libre de la guerra y del sufrimiento

Libre del autoengaño 

Libre del pasado

Libre de la dependencia emocional

Libre del patriarcado


Libre quiero ser



Coral Herrera Gómez



Ya tienes en papel mi libro Mujeres que se liberan: Herramientas para trabajar tu autonomía y tu liberación.


Es un manual para acompañarte en tu proceso de liberación, con herramientas para trabajar en ti y para liberarte de la culpa, del miedo, del autoengaño, de la adicción romántica, de la dependencia emocional, de la tiranía de qué dirán y del patriarcado que llevas dentro.


Lo personal es político: si tú te liberas, liberas a las mujeres que hay a tu alrededor. La liberación es muy contagiosa: una vez que conectamos con nuestro poder, y aprendemos a confiar en nosotras mismas y a poner en práctica el Autocuidado, ya nadie nos para. Y las demás ven que si se puede. 


Cada una va rompiendo las cadenas a su ritmo, nos hacemos compañía, nos animamos unas a otras y celebramos las pequeñas y las grandes victorias, las propias y las de las demás. Prueba a trabajar primero tú sola y luego comparte este libro con amigas, verás que es más fácil y divertido hacerlo acompañada.


El libro incluye un plan de liberación para entrenar cada día, con ejercicios para llevar la teoría a la práctica. Te acompaño con mi libro hasta que llegue el momento de desplegar las alas y echar a volar.


Si quieres que te lo envíen a casa, ya puedes pedirlo en Amazon y puedes echarle un vistazo a las primeras páginas aquí





Todos los libros de Coral Herrera Gómez






22 de mayo de 2025

Siempre hay alguien más debajo de ti



Siempre hay alguien más debajo de ti. 

Todos y todas sufrimos y ejercemos violencia contra los demás. Este sistema con el que nos relacionamos y nos organizamos no obedece a las leyes de la naturaleza, se llama patriarcado. 

Si miras la viñeta, puede parecerte que el gato es la víctima, porque es el que está debajo de todos en la jerarquía, pero por debajo de él está el ratón. 

Siempre hay alguien más debajo de ti. 

Esta jerarquía de poder solo se rompe cuando tomas conciencia de la estructura en la que estás, de quién está por encima y por debajo de ti, y de cómo te aprovechas de la necesidad y de la vulnerabilidad de los demás.

No se trata solo de aprender a identificar la violencia que sufres y a defenderte de los abusos, es igual de importante aprender a identificar cómo ejerces tu poder sobre los demás. 

Llevamos dentro el patriarcado porque nos han educado para competir y dominar, para reprimirnos y para reprimir, para dar órdenes y para obedecer a los que más poder tienen. 

Trabajar en ti mismo o en ti misma para aprender a relacionarte en libertad y en igualdad, y para respetar la integridad y los derechos humanos de los demás es un acto profundamente político: cuantos más seamos, más rápido caerá el patriarcado.

Otras formas de relacionarnos y de organizarnos son posibles. 

#patriarcado #jerarquías #violencia


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19 de mayo de 2025

El agujero negro de la exclusión social



La exclusión social es como un agujero negro que va tragándose a la gente. 

En las noticias hoy nos cuentan que casi la mitad de las personas sin hogar que duermen en el Aeropuerto de Barajas en Madrid se levantan por la mañana para ir a trabajar. 

Si, has leído bien, trabajan y cobran un salario, y duermen en el suelo. 

En España tres millones de personas con empleo están en riesgo de exclusión social. 

En total hay 13 millones de personas en España sufriendo pobreza. No hay ninguna política pública destinada a erradicar la pobreza, solo hay ayudas que no sirven para salir de la pobreza. Solo sirven para contener el estallido social.

El agujero negro aterroriza a mucha gente, pero también hay un sector enorme de la población que cree que vive muy lejos de él. Hay una línea imaginaria que marca el punto de no retorno, aquel en el cual nada puede escapar a la fuerza del agujero negro. Esa línea separa a la gente “normal” y la gente que duerme en la calle y que lo ha perdido todo. Muchos creen que están a salvo, pero en realidad cualquiera de nosotros puede caer en ella en alguna de las crisis periódicas que crea el capitalismo para crear masas de pobres. Los empresarios necesitan mano de obra barata y desesperada.

No te salvan los titulos académicos. 

Ni la experiencia laboral. 

Ni tus habilidades ni conocimientos. 

Lo único que te salva es que tu familia tenga dinero, patrimonio y contactos.


El riesgo de exclusión social está siempre ahí, pero ahora se multiplica por mil: están desapareciendo muchos trabajos, y cada vez desaparecerán más, los bancos son los dueños de nuestras casas y nuestros coches, están destrozando lentamente la Sanidad y la Educación, las hordas de turistas nos están echando de nuestros barrios y pueblos, el mercado laboral es cada vez más competitivo, suenan los tambores de guerra en el escenario Internacional, nuestros gobernantes nos están preparando para los recortes sociales y no nos van a pedir permiso para transferir nuestro dinero a los bolsillos de los dueños de la industria militar internacional.

Vivimos en una sociedad profundamente adicta, y la lucha por mantener nuestra salud mental y emocional a flote es cada vez más dura, porque ni las drogas ni los medicamentos sirven para aliviar la angustia, el agotamiento, la incertidumbre, la sobrecarga de trabajo. Sólo sirven para anestesiarnos, como el teléfono móvil. 

Ningún gobernante de ningún país habla de erradicar la pobreza, la explotación y el sufrimiento. Se ponen parchecitos pero no se transforman las estructuras. El dinero sigue estando siempre en manos de unas pocas familias. La élite mundial es cada vez más salvaje e inhumana, los Amos del mundo son insaciables. 

Nos dicen que la salvación está en nosotros mismos, pero es mentira, solos no podemos. Nuestros problemas no son individuales, son sociales, y requieren soluciones colectivas.

Si nos organizamos y nos damos de la mano podremos escapar de la atracción gravitatoria del agujero negro e impulsarnos hacia delante, si cada cual va por su lado iremos cayendo todas y todos. 

Podemos seguir de fiesta, haciendo turismo y viviendo con la ilusión de que a nosotros no nos va a pasar nunca.

 O podemos despertar y juntarnos para apoyarnos entre todos y todas.

Coral Herrera Gómez 


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11 de mayo de 2025

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